Me propuse realizar un estudio acerca de los denominados “locos”. Más específicamente, acerca de los que se encuadran dentro de la esquizofrenia y presentan alteraciones perceptuales (alucinaciones).
No voy a extenderme, simplemente quiero comentar lo ocurrido con dos de los casos que analicé simultáneamente, los cuales eran muy similares.
A los pacientes se los veía a menudo hablar solos, y a veces hasta discutir de una manera muy apasionada.
El primer paciente, se encontraba en mi clínica en la Ciudad de Buenos Aires. Tenía en esa época unos 40 años. El segundo paciente era una mujer de alrededor de 35 años y se encontraba internada en la clínica de un colega situada en La Plata, con el cual trabajábamos en la investigación.
Grabar sus conversaciones en solitario era uno de nuestros procedimientos de investigación más comunes.
Un día por accidente, reprodujimos ambas cintas al mismo tiempo, y surgió algo curioso:
- Dejemos de pensar en esas cosas.
- No. Si bien coincido con vos en que no se puede escapar, hay maneras de lograr algo de ligereza en nuestras mentes. No quiero decir tampoco que tenemos que resignarnos a este mundo, pero nuestra estancia acá hasta encontrar ese lugar más allá del monocromo puede ser de otra manera.
- Ese lugar más allá del monocromo… ¿existirá realmente? Tal vez, simplemente sea un pensamiento generalizado de un espacio ideal al cual recurrir para salvar nuestro tiempo acá dentro, creando y recreando mil ilusiones que no resisten el sonar de esos relojes rutinarios perfectamente ajustados y sincronizados.
- Tal vez, simplemente, nosotros mismos somos un pensamiento, una idealización… Pero creyendo y manteniendo una postura basada en la no-existencia de ese necesario ideal que sustenta nuestras acciones, no llegamos a nada. La real existencia de ese, nuestro ideal, es irrelevante dentro de lo que es nuestra lucha.
- A veces parecés tan loco. Pero me gusta como hablás. Me convencés.
- ¡Qué bien! Entonces… seguimos en lo nuestro. Necesitamos tener las cosas claras para poder encontrar lo que queremos. Y si no lo encontramos, ya sabemos, lo creamos.
No cabe la posibilidad de que ahora intente una explicación de este suceso. No encuentro una base lo suficientemente firme como para elaborar una hipótesis siquiera. Y tampoco es algo que me preocupe demasiado. Aprendí a ver más allá de algunos números (aunque no descarto su utilidad). Es poco lo medible en comparación con la inmensidad de imponderables posibilidades de encuentros y fusiones, y creaciones y recreaciones, que puede suscitar la convergencia de sentires.
Basándome en los hechos, sólo puedo afirmar que los pacientes no estaban “locos”.
