Es que ya no quiero abrir los ojos sintiendo que despertar ayer, hoy o mañana, da igual. Peor, sintiendo que despertar es una carga absurda.
¿De qué me sirve la utopía si vi a otros alcanzarte? ¿Serás (si existe algo como esto) mi utopía personal? Pero, ¿no son todos los hombres iguales, no tenemos todos las mismas posibilidades, el mismo potencial? No tenemos las mismas posibilidades ni el mismo potencial. No somos todos iguales. Ni ante los ojos de dios, ni ante nadie. Ni ante tus ojos, ni ante dios.
Despertar, late-late-late.
Despertar es agobiante, y por eso el placer de dormirse es una falsa esperanza. Ojalá tuviera quien me contemplara desde lo oscuro de la invisibilidad como la muerte al violoncellista.
Éste, es el único juego que si aburre no se puede abandonar. Aunque siempre es posible dar vuelta el tablero y clavarle un cuchillo al contrincante, que siempre es uno mismo. Uno mismo dentro de todos los demás.
Me encantan tus ojos, ¿sabés? Me gusta también cuando cruzás la puerta. En un momento no hay nada y de repente, un poco más que todo. Sobro yo.
Un pilón de mismos despertares, linda. Ojalá abrieras mis sobres, cambiaras mi suerte.
Ayer, hoy, mañana, nola-nola-nola.
Por cosas así es que me invento pastillas para no dormir.
Ojalá mi voz, alguna vez, haga eco en tus labios.